Publicado originalmente en Patreón de La Encerrona.

En lo que va del 2023, siete mujeres trans peruanas fueron asesinadas y en todos los casos hubo un brutal ensañamiento. Erika fue carbonizada, los cuerpos de Ale y Camila fueron hallados con signos de tortura, Cataleya murió desangrada en un restaurante frente a todos, Paris, Priscila y Ruby fueron acribilladas con decenas de balas.

Las secciones policiales de los medios cubren crímenes de este tipo como parte de su rutina periodística. Todos los días matan gente, cuál sería la novedad.

Intentaré explicar el trasfondo de la violencia ejercida contra nosotras y cómo nuestros asesinatos son a consecuencia de la transfobia, es decir, la discriminación por nuestra identidad de género.

Las personas trans no existimos para el Estado

Es un hecho: los hombres y mujeres trans no contamos con un DNI que nos represente, vulnerando nuestro derecho fundamental a la identidad. El documento necesario para acceder a los servicios del Estado es el principal objeto que genera los actos de discriminación contra nosotros. ¿No me creen? Les comparto algunos ejemplos:

Actualmente, ni una sola institución pública puede decir cuántas personas trans peruanas hay en el Perú. Esto sucede, entre otras cosas, porque la principal herramienta de recolección de información poblacional, los censos, no incluyen indicadores o variables que tengan en cuenta la identidad de género, expresión de género u orientación sexual de las personas. Sin data sobre nosotros, no se pueden crear políticas públicas o programas nacionales que nos garanticen un goce de ciudadanía plena.

Si en estos momentos alguien atenta contra mi vida y quiero denunciarlo ante la Policía, pasará lo siguiente: el agente de la comisaría me pedirá mi DNI y procederá a registrar mi denuncia, “hombre de treinta años denuncia agresión contra su vida… ”. En los registros policiales las denuncias de las mujeres trans van a parar al grupo de hombres, mientras que las denuncias de los hombres trans al grupo de mujeres denunciantes, invisibilizando los actos de violencia en nuestra contra.

En la mayoría de países del mundo, el marco legal es el que permite que sus ciudadanos tengan una vida digna, o por lo menos es uno de sus objetivos. Sin embargo, en este país que tanto quiero eso no es posible. Las mujeres trans no podemos desarrollarnos como el resto, los estereotipos nos orillan a la prostitución, el estilismo, y ahora, a la comicidad.

Estamos para hacer reír a la gente con nuestras ocurrencias, para pintar el pelo y maquillar, o para brindar placer sexual, pero eso no es cierto. Por ejemplo, yo me considero una mujer trans privilegiada ya que fui expulsada de mi hogar, pero después que mis padres me brindaran una carrera universitaria, y a pesar de llevar una vida profesional aceptable, el día que transicioné las puertas se me cerraron, “ya fuiste, el Perú no está preparado para periodistas trans”, me dijo un colega.

Hay mucha gente desempleada o que no trabaja en su profesión, lo sé, esa es una realidad, pero yo y mis compañeras debemos lidiar con argumentos como “das mal aspecto”, “das mala imagen” o “ahuyentas a la clientela”. Razones que nada tienen que ver con nuestras capacidades y que son muestra de la discriminación por la que pasamos durante nuestra vida, lo que explica nuestra gran presencia en la prostitución.

Las trans nos prostituimos porque «nos gusta»

¿Creen que un niño es capaz de soñar que, de grande, en una noche, unos quince hombres lo toquen, lo laman y hagan con su cuerpo lo que quieran por cincuenta soles? ¡Claro que no! Las mujeres trans hemos sido niños y ninguna de nosotras añoró la prostitución como forma de vida adulta.

De acuerdo a un estudio del Proyecto Unicxs de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, la salida del hogar de las mujeres trans parece ser un escape, aparentemente decidido por ellas mismas. Sin embargo, tiene más tinte de expulsión o desplazamiento forzado, debido a la violencia que ejercen sobre ellas sus propias familias y/o sus entornos cercanos. Prestarle atención al qué dirán se convierte en una prioridad para ellos.

La mayoría de los casos de expulsión de chicas trans se suele dar durante la adolescencia, lo que hace que menores entre 13 y 16 años queden en situación de calle sin siquiera haber terminado la secundaria. A esto debemos sumarle que su expresión de género no coincide con el sexo que se les asignó al nacer, es decir, para la mayoría es un chico amanerado o un hombre con pelo largo, pero no una mujer.

Es aquí donde sus posibilidades de salir adelante se reducen drásticamente. Por un lado, no han concluido el colegio y, por el otro, son hombres demasiado femeninos como para inspirar seriedad o confianza. Y quienes logran seguir estudios superiores, deben convivir con el bullying en las aulas y soportar a diario que al momento de pasar lista de asistencia deban responder a un nombre que ya no las representa.

Tras concluir los estudios, inicia la búsqueda de trabajo, pero la mayoría de empresas o instituciones públicas no han implementado protocolos para garantizar espacios laborales libres de discriminación para personas trans. Medidas que, por ejemplo, permitan que el fotocheck precise el nombre con el que se identifican o que el uso de los baños vaya acorde a su identidad de género.

Personalmente considero que cada quien es libre de hacer con su cuerpo lo que mejor le parezca, y si alguien elige la prostitución como medio de vida, adelante, pero que esa elección sea por voluntad propia y no porque no tuvo más opciones de dónde elegir. Seamos más empáticos y no resumamos una problemática social en una afirmación tan floja como que las mujeres trans se dedican a la prostitución porque les gusta el sexo.

El valor de una vida trans

Todos los actos de discriminación y exclusión que he narrado son realizados por peruanos y peruanas todos los días. Hay quienes nos tratarán mejor o peor, dependiendo de su nivel de conservadurismo o sus creencias religiosas.

Habrán, también, quienes consideren que nuestras vidas valen poco o nada.

Como un juez que en 2018 sentenció a 4 años de prisión efectiva y al pago de 2 mil soles al asesino confeso de una mujer trans. Una sentencia indignante que deja ver cómo actúa la justicia cuando se trata de nosotras. Cabe destacar que es el único caso conocido donde el victimario de una chica trans haya sido apresado y juzgado por el delito que cometió.

Y, en el extremo, están los que consideran que no deberíamos existir.

A ellos, cuando tienen la oportunidad, se les hace fácil quemarnos vivas, descuartizarnos o rematarnos a balazos, porque en ese momento, con el puñal en la mano, no están acabando con la vida de la chica trans que tienen enfrente, sino con todo lo que ella representa.

Creo firmemente que debemos avanzar por dos caminos a la par; el legal, que nos lleve a obtener leyes y otros dispositivos legales para vivir con dignidad y el de la visibilidad, que permita poner sobre la mesa la situación en la que vivimos, desde la discusión en los hogares hasta la cobertura en los medios de comunicación.

Quizás necesite más palabras para poder explicar a detalle lo que es ser una mujer trans en el Perú, pero por ahora creo haber cumplido con visibilizar una realidad muy poco conocida, tener la oportunidad de brindarles estos párrafos para mí contribuye a mi lucha constante por dejar una sociedad mejor que la que encontré.